viernes, 16 de julio de 2010

FIB 2010. JUEVES.

Primera jornada del Festival Internacional de Benicassim y primera impresión (al principio de la misma, certeza al final): este año hay menos gente. La crisis, el festival de Glastonbury, un cartel (a priori) menor...No lo sé, pero el hecho es que ayer jueves se podía deambular por el recinto con relativa tranquilidad y, sobre todo, se podía disfrutar de los conciertos sin abogios ni incómodos empujones y/o pisotones. Una ventaja impagable, la verdad. Y la primera parada en mi agenda son los madrileños Cohete que a las 7:30 comparecen en el escenario Fiberfib.com. De nuevo, del mismo modo que en el Primavera Sound, un concierto maravillosamente eficaz. Las guitarras limpias, las mordaces letras, los expresivos metales, las voces a dos bandas. Espero ansiosamente su nuevo disco, del que, presumiblemente cayeron unas cuantas canciones.
La siguiente estación es el escenario Verde. Un viejo héroe del indie nacional (aunque él es inglés), Andy Jarman, lidera Southern Arts Society. El sonido es impecable, pero su propuesta me parece a día de hoy algo trasnochada, e irremediablemente me aburro y pierdo mi mirada de aquí para allá (en uno de esos requiebros consigo ver al director de "El Séptimo Vicio" de Radio 3, el señor Javier Tolentino: a cuadrarse!).
A eso de las 9 de la noche salen a escena uno de los platos fuertes de la jornada para quien esto escribe. Abel Hernández, bajo la piel de El Hijo, acompañado de una originalísima formación de percusión (de todo, y digo absolutamente todo, tipo), guitarra eléctrica ingeniosa buscando tanto la calma arpegiada como el ruido ilimitado, guitarra española, teclados y la inconfundible voz del madrileño. Dando una nueva vuelta de tuerca a su repertorio antiguo y, sobre todo, releyendo su último disco "Madrileña" en clave de folk raramente arreglado, nos obsequian con más de una hora de música tremendamente bella, que yo observo en total silencio desde la platea, aunandose en mí sentimientos que van desde la admiración más rotunda a la envídia más (in)sana. Para quitarse el sombrero.
Después de cerrar mi boca abierta (de asombro, por descontado) durante 60 minutos, me dirijo al escenario Verde. "La hijísima", Charlotte Gainsbourg, muy delgada, enfundada en blusa blanca y cuero negro, y con un aire entre tímido y distante, presenta su nuevo disco, acompañada de una bando solvente, pero que, por momentos, sobre todo en las canciones más rockeras, me da la sensación de tener ciertos aires AOR (esas guitarras pesadas, pesadas). No obstante no puedo evitar cierta sensación especial (algo fetichista, si quieren) al tener delante de mis narices al retoño de Monsieur Gainsbourg y Mrs. Birkin, a la vez inolvidable protagonista de "Anticristo", y a más a más, de mi queridísima (tú sabes porque) "La ciencia del sueño" (hay días en que aún me siento como Gael García Bernal en aquella fantástica película de Gondry). Las canciones en francés, con ese acento tan sensual, y, sobre todo, las versiones de su padre, con el Melody Nelson de por medio, irrepetibles. Momento FIB histórico.
Y a continuación otro momento histórico. En el FIB he podido disfrutar de tótems absolutos como Alex Chilton, Donovan, Lou Reed, Morrissey, Leonard Cohen, Brian Wilson. Y a la espera de David Bowie y Neil Young (que dicen que pronto caerán) faltaba el líder de The Kinks. Y el concierto fue un conciertazo. Y es que si caen hits como "All the day and all the night","Victoria", "You really got me", "Lola" o "Too much on my mind" (de mi queridísmo "Face to face") nada puede salir mal. Ray Davies, enfundado en americana y pantalones pitillo, demostró a sus 66 años estar en plena forma, tanto física como musical, y en 90 minutos reivindicó su posición como padrino del pop inglés, y demostrando en cada guitarrazo y en cada inflexión de la voz que a sus(presuntos) alumnos les falta aún mucho camino por recorrer. Un diez.
Sin tiempo que perder me dirijo al escenario Fib Club. Dirty Projectors están ya sobre el escenario. Únicamente llego a los últimos 20 minutos de actuación y lo lamento profundamente, ya que la banda de Brooklyn se me antoja como una suerte de Vampire Weekend en versión avant garde. Guitarras afiladas, coros angelicales, requiebros vocales fantásticos. La vanguardia neoyorquina en ebullición y, sin duda, una de las bandas más arriesgadas y especiales del cartel de este año. A falta de los vampiros, claros. Pero eso será mañana...

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