miércoles, 2 de junio de 2010

PRIMAVERA SOUND 2010. VIERNES.

Llego temprano al recinto del Parc del Forum. No quiero perderme a Owen Pallett en el Auditori. Para mí, su concierto está señalado con lapiz rojo. Primera sorpresa: la cola da la vuelta alrededor del edificio. Tras esperar pacientemente logro acceder a tiempo y consigo una butaca preferencial. El amigo Pallett, secundado por un imaginativo músico a la guitarra y a las percusiones, desgrana, con la ayuda de su violin, un teclado y pedales secuenciadores, las canciones de su magnífico último disco, con paradas necesarias en sus dos anteriores. Por momentos cualquiera diría que hay una orquesta sinfónica secundado al canadiense. Pero no. A pesar de las dificultades técnicas que esto puede repararle, consigue crear un sonido y un ambiente únicos y su concierto cumple con mis expectativas. Muy, muy interesante.

Me dirigo al escenario Vice. Allí me esperan los madrileños Cohete, una de las grandes sorpresas de la temporada pasada. Presentan su primer disco (¿será el disco en castellano que más he oído en los últimos 4 meses?) y algúna que otra nueva canción que, no sólo parece estar al nivel de las viejas, sino que, por momentos las supera. Muy divertidos, frescos y con un magnífico sonido, las ingeniosas letras del grupo (que, curiosamente, en directo se entienden mucho mejor que en el disco) calan en un público que, perezosamente, se va acercando al escenario. Sonrisa en la boca constato que estamos ante una realidad patente en el panorama nacional.

Sin tiempo que perder voy camino del Auditori. Low van a desgranar, canción a canción, uno de sus mejores discos, "The great destroyer", aquel (leve, levísimo) giro al pop del grupo de Duluth con la (por entonces muy de moda) producción de Dave Fridmann. Desde que supe la presencia del grupo americano en la presente edición del Primavera Sound, he tenido sueños húmedos con este momento. La cola, de nuevo, es impresionante. Consigo acceder, acomodarme en mi asiento y disfrutar. Porque sí, esa es la palabra, disfrutar. Un verdadero deleite para los sentidos. El trío toca, por el mismo orden que en el disco y sin decir una sóla palabra hasta la penúltima pieza, todas y cada una de las pequeñas obras maestras de aquel trabajo. La acitud matemática de Mimi Parker a la percusión, la corrección instrumental de Steve Garrington al bajo, y el control y la modulación del volumen, la intensidad y la emoción de la guitarra y de la voz de Alan Sparkawk impresionan. Este tío es muy, muy grande, de verdad. Sensibilidad a flor de piel en piezas como "California", "When I go deaf", y, sobre todo, en mi favorita "Death of a salesman". Momento Primavera irrepetible. Lo del Auditori no tiene precio.

Después del shock, me dirijo, de nuevo, al escenario Vice. Allí tocan Yo la tengo disfrazados de grupo garagero interpretando versiones de clásicos de los 60 y 70, bajo la careta de Condo Fucks. Siempre es un placer volver a ver al grupo de Hoboken, pero el concierto me deja algo frío. Un sonido algo plano y pocos matices en la interpretación, pero, aún así todo perdonable, of course.

Teen dream se va a convertir en un pequeño clásico del indie contemporaneo. Y sí no, al tiempo. De aquí a 10 años lo interpretaran de pé a pá en el Auditori. Y es que Beach House son toda una realidad. Esta es su temporada y el escenario ATP así lo cerciora: no cabe un sólo alma. Consigo llegar justo al inicio del concierto, situandome de pie al final de la grada del mismo. El sonido es impecable. El dúo de Baltimore, con la ayuda de un excelente e imaginativo batería, consigue emocionarme. La presencia de este tercer miembro hace que la actuación sea realmente orgánica y la nitidez y el ambiente creado sean insuperables. Uno de los conciertos del festival.

Sin tiempo que perder me dirijo al escenario grande. Allí espera otra de las citas ineludibles del festival. Un clásico contempóraneo: Wilco. Moviéndome entre la masa cual lagartija escurridiza, consigo hacerme con un sitio más que digno (teniendo en cuenta que llego 5 minutos antes del inicio y que la esplanada está abarrotada) y espero. Comienzan con "Wilco (the song)" y con graves problemas de sonido que, son salvados, al instante, por un Jeff Tweedy con unas tablas sobre el escenario dignas de admirar. Y así, van picando allí y allá sobre su vasta discografía. Y en los momentos sublimes llegan a emocionarme. Leasé "Jesus, etc.", "A shot in the arm", "Via Chicago". Me llama mucho la atención las pocas paradas que hacen en sus dos últimos discos (más teniendo en cuenta que el último es el que están presentando), pero esto no hace más que confirmarme que, a la par que han ganado en profesionalidad y actitud sobre el escenario (¿la más grande banda de rock en directo actualmente?), el bueno de Jeff y sus secuaces han mermado artísticamente en el estudio (Jay, where are you?, I miss you so much).
Después de los 90 minutos de Wilco toca desengrasar. Y que mejor que hacerlo con el bueno de Panda Bear. La verdad es que tenía muchas expectativas puestas en el concierto del miembro del colectivo animal. Primero porque su disco "Person pitch" me pareció, me parece y me parecerá una pasada (The Beach Boys meets Kraftwerk?), y segundo porque soy fan incondicional de todo lo que huela a Animal Collective. Sin embargo, Noah Lennox nos sorprende a todos con un set de canciones nuevas (tan sólo una parada en su disco de debut) y con una puesta en escena un tanto fría, apalancando tras sintetizadores y con la guitarra en ristre. Supongo que como experiencia psicodelica, ayudada en parte por las imagenes que se iban proyectando, sería muy interesante. Pero el cansancio se manifiesta y no le pillo el truco. Otra vez será.

De nuevo al escenario San Miguel. Los Pixies es otro de los nombres gordos del cartel. Ya tuve la oportunidad de verlos en una accidentada actuación en el FIB de 2006, con parada de 20 minutos de por medio por avalanchas constantes por parte del público de las primeras filas, y, quizás por ello, les tenía muchas ganas. Quería ver un señor concierto del tirón. Y esta vez no defraudan. 90 minutos de pequeños clásicos del indie americano de finales de los 80 y principios de los 90. Grupo seminal donde los haya. Se puede pensar que es muy fácil mantener una actuación con un repertorio tan sólido y, sobre todo, con canciones tan, tan buenas, pero el movimiento se demuestra andando. Y los Pixies lo demuestran, vaya que sí lo demuestran. Frank Black, tan arisco y distante como de costumbre, canta como núnca y el grupo se muestra muy engrasado. El inicio con "Cecilia Ann" y el cierre con "Where is my mind?" impagables. Por medio paradas en todos sus discos, disfrutando de grandes temas como "Debaser", "Monkey gone to Heaven" o (sorpresa, sorpresa) "Velouria". Echo el cierre a eso de las 3 de la mañana. Otra vez la sensación de felicidad inevitable. Otra vez la sonrisa en la cara. Que gran Primavera por Dios...

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