martes, 31 de mayo de 2011

ESTOY DE VUELTA...

Pués eso. De vuelta. Y vaya vuelta. Aún resuenan ecos del maravilloso concierto vivido en la capital del mundo. New York City. Esquina de Columbus Avenue con la 60 Oeste. Iglesia de Saint Paul the Apostle. Marco incomparable. Un primer aperitivo con un Kurt Wagner (Lambchop), íntimo hasta decir basta. Guitarra eléctrica y una voz inconfundible alumbrando los senderos de la tradición americana más especial, con paradas técnicas en el folk, en el country, en el gospel. Delicatessen absoluta durante 30 minutos. Los pelos de punta. Un breve parón y el apocalipsis vestido de banda de rock llamó a las puertas de la grandiosa iglesia neoyorquina. La banda canadiense Godspeed you! Black Emperor sobre el escenario. Siete miembros, tres guitarras, bajo, contrabajo, teclados, vibráfono, glockenspiel y un sonido que, cuando creías que te tenía mecido cual bebé en una cuna, te sacaba de la duermevela con un golpe directo en toda la cara. Impresionante. Guitarras furiosas, arpegios de belleza infinita, baterías contundentes y un sonido reverbeante que hacía temblar los cimientos de un templo centenario, y todo ello apoyado en unas proyecciones (refinerías en llamas, imágenes evocadoras, viejos legajos, la palabra "hope") que hacían presagiar que el fin del mundo encontraría su puerta allí y en aquel preciso momento, y que sus indefensas vícitmas seríamos todos nosotros. Dos horas y media de experiencia absolutamente arrebatadora. Después, un taxi para el hotel, un (¿mítico?) hot dog con mucha cebolla y unos sueños que, irremediablemente, se verían turbados después de tan magno espectaculo. Insuperable. La Gran Manzana tiene estas cosas. Supongo...






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